Esa frase le repetía Johana Ramallo a su mamá cuando ella la veía mal. Pulso Noticias dialogó con Marta, esa mujer guerrera, sostén de una numerosa familia, que desde hace 12 meses encabeza la lucha por la aparición de su hija mayor
“Soy Marta Ramallo, tengo siete hijos contando a Johana, una nieta de 7 años, once hermanos, uno de ellos vive conmigo hoy en día. Es el que más me acompaña, aunque la gente no lo vea, él está siempre”, esas fueron las primeras palabras que escuchamos al comenzar la entrevista en su casa de Villa Elvira.
Hace un año desapareció Johana Ramallo y no existen datos concretos sobre lo sucedido. Todos los meses, su mamá junto a organizaciones sociales, partidos políticos y activistas se movilizan a los Tribunales exigiendo su aparición con vida.
“Yoa”, como le decía su mamá, tenía 23 años cuando fue vista por última vez en la estación de servicios YPF de calle 1 y 63. Hacía un mes se había separado de su marido y con quien tuvo una hija, Mailen, de 7 años. “Era la alegría de la casa”, dijo su mamá, “fue a la Escuela Nº 24 de Berisso, y era la que defendía a todos sus hermanos, siempre”. Le gustaba tomar mate, escuchar música y jugar a las cartas, “jugaba muchísimo en la casa con todos. Le gustaba la disfrutar la vida, la libertad, nunca se quedaba encerrada”.
Cabe mencionar que fue parte de la denominada “banda de la frazada” de Plaza San Martín. La vida de Johana no fue fácil, como tampoco lo fue la de ninguno de esos chicos: tenía 13 años cuando pateaba la calle, pedía monedas, a veces volvía a su casa o a veces la iba a buscar su mamá. Además tenía problemas de adicciones, como un gran porcentaje de jóvenes, que habitan principalmente los barrios pobres donde los programas destinados para la prevención de adicciones están vaciados y la promoción y protección de la niñez sólo ronda en números y legajos para las estadísticas sin políticas públicas concretas.
Los días previos a su desaparición la joven había sufrido varias descompensaciones debido a la falta de consumo, es decir, debía realizar todo un proceso consumiendo menores dosis hasta que su cuerpo se acostumbrara a la ausencia de sustancias, un verdadero tratamiento médico. Frente a esto, el hospital sólo la recibía, la atendía y la dejaba irse a su casa, sin proponerle realizar un abordaje integral a su problemática.
El día anterior, el 25 de julio, Johana almorzó un puchero que cocinó Marta y alrededor de las 15 se fue para la zona de Plaza Matheu, era un día gris y hacía mucho frío, recordó su mamá:
-No te levantes Yoa, que está horrible el día-, dijo Marta. Le llevó la comida a su habitación, y se comió tres platos de puchero. Al rato, se puso a jugar a las cartas con su abuela.
-Má, atame el pelo que me voy-, dijo Johana.
-¿Qué vas a hacer?-, quiso saber Marta.
-Me voy, vos abuela esperame-, fue la única respuesta.
-No, no te vayas Yoa. Hace frío, no tenés celular, ¿cómo me voy a comunicar?-, dijo Marta preocupada.
-Yo te llamo. Quédate tranquila-, le dijo.
-Bueno. Estás re linda.
-Vengo en un rato-, volvió a afirmar Johana.
-Mirá que compré fideitos municiones para la sopa-, le advirtió, con amor de madre.
-Bueno, no la hagas ahora, esperame que cuando vengo la hacemos juntas.
“A ella no le gusta la sopa recalentada”, contó Marta mientras recordaba.
Esas fueron las últimas palabras que intercambiaron madre e hija. Se hizo de noche, y Marta empezó a preocuparse porque Johana no aparecía y no sabía cómo comunicarse. Al día siguiente, desde la mañanita, empezó a buscarla primero por los hospitales, con miedo a que haya sufrido algún desmayo en la calle, sin embargo ahí no estaba. Entonces empezó a recorrer comisarías, puso en alerta a sus hermanos y a partir de allí, comenzó un camino que la enfrentó con la burocracia judicial y los malos tratos que recibió por parte de la Policía, a pesar de que su hija, una joven de 23 años, se encuentra desaparecida en plena democracia.
-Buenas noches, señora, ¿qué denuncia quiere hacer?-, le preguntó un oficial en la Comisaría Decimosexta, de Villa Ponsati.
-Vengo a denunciar que mi hija desapareció anoche y no apareció en mi casa-, respondió con firmeza Marta.
-¿Cuántos años tiene la menor?-, le repreguntaron.
-No, Johana tiene 23 años-, afirmó Marta.
-¡Dejate de joder! ¿Con 23 años la vas a salir a buscar? Se te habrá ido con un machito. Andá a tu casa que después viene-, fue la primera respuesta.
-No me voy a ir sin que vos me tomes la denuncia. Mi hija no vino y yo sé, porque yo la parí a Johana, que no se fue con ningún machito-, insistió Marta.
-Si querés te hago una exposición, denuncia no te puedo hacer-, le dijeron.
-No quiero una exposición, quiero una denuncia que diga que mi hija me falta desde ayer, que algo le pasó-, reiteró.
-Bueno, está bien, hacésela-, dijeron.
“Como diciendo: hacésela porque ésta es una loca”, contó Marta.
También se hizo la denuncia en la DDI, a tres cuadras de donde desapareció Johana y a partir de allí se notificó a la Fiscalía Nº 2, la cual se encontraba de turno a cargo de Betina Lacki. Sin embargo, a los dos meses la causa menguó a la competencia de los Tribunales Federales, y actualmente está en las manos del titular del Juzgado Nº 3, Ernesto Kreplak.
En la causa declararon amigos y familiares, que aportaron mucha información para que realmente desde el sistema judicial implementen todos sus recursos en la búsqueda de la joven. Aunque el cambio de carátula de “averiguación de paradero” a “trata de personas” llevó más de dos meses, implicó cambios en las líneas de investigación y hasta mayores recursos del Estado puestos en la indagación. “A los cuatro días que desapareció Johana yo pensaba que alguien la había agarrado y se la había llevado. A los días ya habíamos hecho afiches con su cara para pegar por todos lados”, recordó Marta. Y señaló: “Pasaron muchas cosas, gente que decía algo y costaba que la DDI y la Fiscal lo tomara como cierto y así se retrasaba la investigación”.
“Al mes, yo le pedí a Lacki que cambie la carátula de la causa porque estaba convencida de que a mí hija se la llevaron”, aseguró. Tan involucrada estaba en la pesquisa que señaló: “A las pocas semanas empecé a conocer todos los personajes de la zona roja, a los transa, los proxenetas, las pibas que paraban ahí, pero la Justicia, nada”. Algunos rastrillajes y allanamientos llevados a cabo en la causa eran anoticiados primero a los medios de comunicación y luego a la familia. “Me enteré por una periodista cuando hicieron el primer rastrillaje”, afirmó Marta.
Entonces, es importante resaltar la falta de cuidado que tiene la Justicia a la hora de “gritar a viva voz” el lugar y el horario donde irían a realizar los allanamientos para encontrar a una joven desaparecida por una red de trata. “El Estado es responsable”, repite una y otra vez Marta. “Nosotros no tenemos justicia, ni para nuestros pibes ni para nuestras pibas, no tenemos derecho a nada”, agrega.
“La Justicia no buscó a Johana desde un principio, sino no estaríamos así, estaríamos tomando mate o escuchando música, teniendo una vida normal con ella. Pienso que Betina Lacki no tuvo coraje para investigar, abrió la puerta, chusmeó y dijo acá no me meto y se negó a todo”, sostuvo. Y concluyó: “Después de los dos meses que pasó a los Tribunales Federales, mucha gente me dijo: ‘los Federales trabajan bien’, pero no pasó nada. Hace 10 meses que ellos tienen la causa, no tienen una pista firme ni una línea de investigación. No, están repitiendo muchas cosas que ya hizo Lacki”.
Esta tarde, a las 16, se realizará una nueva movilización desde 1 y 63 hasta los Tribunales Federales exigiendo la aparición con vida ya de Johana Ramallo y el desmantelamiento de las redes de trata y el proxenetismo en la ciudad. Según la Dirección Provincial de Lucha Contra la Trata, en 2017 asistieron a 268 víctimas de trata laboral y 95 de trata sexual, mientras que en los primeros cuatro meses de 2018 acompañaron a 21 víctimas de trata laboral y delitos conexos, y 24 de trata sexual.
En tanto, las cifras oficiales del Ministerio de Justicia de la Nación indican que entre abril de 2008 y junio de 2017 fueron rescatadas 11.169 personas víctimas de algún grupo criminal dedicado a la trata de personas para explotación sexual y/o laboral.
Para denunciar desde cualquier punto del país deben comunicarse al 145, se trata de la línea telefónica del Programa Nacional de Rescate y Acompañamiento de Personas Damnificadas por el Delito de Trabajo dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
Más conocida como “Tefa”, nació en Mar del Plata en 1989. Trabajadora de prensa, periodista y Licenciada en Comunicación Social (egresada de la UNLP). Buscadora de la aguja en el pajar: le apasiona el periodismo de investigación. Trabajó en prensa institucional, en diversos medios privados de La Plata, y colaboró en medios alternativos como ANRed. Actualmente escribe notas vinculadas a los derechos humanos, política y cada tanto entrevista a personajes de diversos territorios. También integra el área audiovisual, En Foco, como productora periodística. Siempre redactando con las gafas violetas puestas. Desde 2018 forma parte de la cooperativa Pulso Noticias, donde aprendió a vender publicidad, gestionar pautas y hasta armar un gran escritorio en madera.