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jueves 25-04-2024

Crimen de Verónica Dessio: ¿es hora de hablar de lesbicidio?

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Ayer se conoció la detención de dos personas imputadas como posibles autoras del asesinato de la abogada lesbiana que trabajaba en el Poder Judicial. También se supo la carátula de la causa y detalles del crimen. ¿Qué pasó con Verónica? ¿Por qué la mataron? ¿Alcanzan los tipos penales de la Justicia para pensar los crímenes entre y hacia lesbianas? El de Dessio no es el primero ni el único: en nuestro país no hay palabras para nombrarlos ni para entender su contexto 

“Homicidio calificado por alevosía y por precio”, es la carátula con la que la fiscal Ana Medina, a cargo de la UFI1 de La Plata investiga la muerte de Verónica Dessio ocurrida el 23 de diciembre. Homicidio calificado por alevosía significa, en lenguaje coloquial, asesinar a alguien que, por algún motivo, no se puede defender. 

Pero pareciera que faltan las palabras que le den cuerpo y trama, que nombren el asesinato de una lesbiana pública de la ciudad. Lo que sabemos: a Verónica Dessio la mataron el 23 de diciembre en su casa, en 5 bis entre 636 y 637, en Barrio Aeropuerto de La Plata. La apuñalaron en el cuello, el pecho y en la espalda. Verónica era lesbiana. Tenía 49 años y era abogada, trabajaba en el Poder Judicial. En 2010 se casó con Carolina P.: después de un amparo presentado ante el TOCII de la ciudad, fueron el primer matrimonio igualitario de la provincia de Buenos Aires. Tuvieron un hijo. Como muchas familias LGTBIQ+, estaban separadas, pero vivían juntas. Carolina fue la primera en encontrar a Verónica asesinada en el quincho. 

Verónica tenía 49 años y trabajaba en el Poder Judicial

Desde el primer momento, la fiscalía descartó el móvil de un posible robo: “en diciembre detuvimos al ejecutor material del hecho, de 58 años, y el lunes fue aprehendida la ex pareja de la ex pareja de Verónica Dessio”, dijo la fiscal Ana Medina a Pulso Noticias, imputades como autores del caso. En la casa de Barrio Aeropuerto no faltó nada, no había cosas revueltas. La causa está en la fiscalía de Medina y tiene la carátula de “homicidio calificado por alevosía y por precio”. ¿Sólo fue un homicidio? ¿No se puede hablar de femicidio o de un lesbicidio?

Inmediatamente y cuando todavía las personas detenidas no habían declarado, la prensa, en su mayoría escrita por varones blancos y cisheterosexuales, alimentada por la propia Justicia y la policía difundieron un móvil que todavía no fue probado: un asesinato “por celos con un encargo de $250.000 pesos a un sicario”. “Se cree que [una de las personas detenidas] contrató a un hombre local para cometer el hecho a través de un intermediario”, dijeron. Por ahora, las únicas dos personas imputadas son un varón de 58 años y la ex pareja de Carolina, ex de Verónica. 

Pero, hasta ahora, más allá de la hipótesis de la fiscal, no se sabe qué pasó. Pese a que las lesbianas de la ciudad estamos mirando el caso, la causa no tiene querella. No hay particulares damnificados que intervengan aportando información. “Hay un silenciamiento social. La víctima queda sola, aislada, se la presenta como una desviada social. Pero Verónica era una lesbiana súper integrada ¿Por qué siendo una referente no se pregunta realmente qué pasó para accionar en la causa? ¿Por qué no hay una querella? ¿Qué pasa con las violencias entre y hacia las lesbianas, por qué no se nombran?”, se preguntó la abogada lesbiana Luciana Sánchez

Desde el Ministerio de Mujeres, Políticas de Géneros y Diversidad Sexual de la provincia dicen que la familia está conforme con el accionar de la fiscal y que acompañan la investigación. Pero Sánchez insiste: en los crímenes contra lesbianas hay una constante. En la mayoría de los asesinatos nunca se llega a saber qué pasó realmente. 

Pese a que hubo un juicio y el TOC 11 de CABA  condenó a Sabrina Pereyra a 17 años de prisión por el asesinato de Mariel, “el viejo” Rodríguez Correa, sus amigues nunca supieron qué pasó, por qué, cual fue la trama de violencias que vivía Mariel y por la que la mataron. Mariel tenía 50 años, era una lesbiana de género fluido y vivía con Julieta, su ex, y la pareja. La causa fue caratulada por la Justicia como homicidio simple y, después de un juicio, Sabrina fue condenada a prisión. “¿Cómo va a ser un homicidio simple si había un vínculo de convivencia, si había una relación de desprecio y maltrato de Sabrina hacia Mariel? Al no contemplar el vínculo lésbico, los celos, la relación que tenían, no consideramos que sea sólo un homicidio simple”, dijo una de las amigas de Mariel. 

“Más allá del tipo penal, lo que hay que hacer es un análisis más profundo del contexto”, afirmó Luciana Sánchez y agregó: “se suele estereotipar las relaciones entre lesbianas con jerarquías heterosexuales, con estereotipos heterosexuales. La lectura del crimen va a responder en función del estereotipo y a la pregunta heterosexual básica: ¿quién es el macho? Es necesario un marco de análisis propio para leer las violencias extremas hacia y entre lesbianas”. ¿Decir que el asesinato de una lesbiana es un homicidio es suficiente? ¿Cómo pensamos el crimen de una lesbiana cuando una de las personas imputadas es otra lesbiana? ¿Es un femicidio? ¿Es un crimen de odio? ¿No se puede empezar a hablar de, por ejemplo, lesbicidio, un significante que tenga su propio marco de análisis, su propio cuerpo teórico? 

“Esto mismo pasaba con los travesticidios o con los femicidios antes de nombrarlos como tales. Hay un vacío a la hora de nombrar el crimen. Un patrón de impunidad social sostenida judicialmente. No supimos nunca lo que pasó con ninguna lesbiana asesinada. Ni siquiera lo supimos con el caso de la Pepa Gaitán”, agregó Sánchez. 

Con Marcela Crelz pasó algo similar. A Marcela la mató su madre, de 74 años de tres puñaladas en el cuello y tres en la espalda. Vivía con su compañera en la parte de atrás del terreno de su madre en Isidro Casanova y discutían a diario. La causa fue caratulada como “homicidio agravado por el vínculo” pero nunca se supo qué pasó con el juicio. 

“Las relaciones de poder, las relaciones jerárquicas entre y con lesbianas no son las mismas que las relaciones heterosexuales. No pueden ser analizadas de la misma manera que se sigue un crimen heterosexual o un travesticidio o un femicidio”, sostiene Sánchez. Porque al no nombrar a las lesbianas, lo que sucede es el borramiento de la identidad política de la identidad y, por consiguiente, su invisibilización. “Hay algo que falta; una falta de lenguaje, de simbolismo. El resultado es eso: el silencio. No hay palabras para describirlo. Hasta que se le puso el nombre de travesticidio a los asesinatos de travestis, no había palabras para nombrarlos. Ahora, nos prohíben nombrar y pensar el lesbicidio en nuestros propios términos. Como no se puede nombrar, no se pueden resolver los casos realmente”, agregó. 

“No es un caso aislado el de las lesbianas violentas. Pero lo más problemático es que desde múltiples espacios de activismo lésbico se justifique a las violentas porque son amigas muy queridas o porque son ‘compas piolas’ o se invisibilice la violencia con términos del tipo ‘lesbodrama’ o ‘relación tóxica’. El uso de la violencia para el ejercicio del poder siempre es repudiable. No es ni un drama ni una toxina: es la asimilación al patriarcado, es capitalismo gay friendly invitando a las ‘disidencias’ al banquete del poder para que sean disidencias no tan disidentes”, finalizó Luciana Guerra, lesbiana feminista abolicionista de La Plata.

Paula Espino armó un mapa que contabiliza las agresiones por lesboodio y lesbofobia en Argentina:

Traficante de stikers. Julia no se acuerda cuando decidió convertirse en periodista, pero a los 11 años escribió un cuento: un fideo de barrio armaba una revolución en la alacena para no morir en la olla. Ella cree que ahí empezó todo, y puede que tenga razón. Nació en Bahía Blanca, una ciudad donde hay demasiado viento, Fuerzas Armadas y un diario impune.
En 2012 recibió un llamado: al día siguiente se fue a Paraguay a cubrir el golpe de Estado a Fernando Lugo. Volvió dos meses después, hincha de Cerro Porteño y hablando en guaraní. Trabajó en varios medios de La Plata y Buenos Aires cubriendo géneros, justicia y derechos humanos. Es docente de Herramientas digitales en ETER y dio clases en la UNLP y en la UNLZ.
Tiene una app para todo, es fundamentalista del excel e intenta entender de qué va el periodismo en esta era transmedia.

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