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jueves 25-04-2024

Estabilidad económica o personalismo político, eje del dilema boliviano

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El país del altiplano elegirá este domingo a su presidente para el período 2020-2025. Las campañas de Evo Morales -que irá por su cuarto mandato- y la oposición. Cómo será la relación con Argentina. La analista internacional, Victoria Zapata, aporta su mirada en diálogo con Pulso Noticias

Por Lautaro Castro

Más de siete millones de bolivianos decidirán este domingo entre continuar con el proceso político que gobierna el país desde hace 14 años o cambiar de rumbo, en unas elecciones presidenciales que asoman cómo las más parejas de los últimos tiempos.

El actual mandatario, Evo Morales, irá por su cuarto mandato consecutivo al frente del Movimiento al Socialismo (MAS). Fue electo por primera vez en 2005 con el 53 % de los votos y sucesivamente ratificado en las urnas en 2009 y 2014, con un respaldo popular aún más amplio (64% y 61%, respectivamente).

La oposición, por su parte, presenta como principales aspirantes al ex jefe de Estado entre 2003 y 2005, Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana) y al empresario Oscar Ortiz (Bolivia Dice No). Más atrás en las encuestas, está el pastor evangélico coreano-boliviano Chi Hyun Chung (Partido Demócrata Cristiano).

“Si bien naturaliza la impronta de la centroizquierda y de los pueblos originarios, Evo ve mermado su apoyo por algunas recientes medidas que ha tomado. Por ejemplo, la intervención de las fuerzas armadas en las cúpulas de las empresas relacionadas a los principales recursos hidrocarburíferos del país o un modelo económico que se sostiene a través de un creciente extractivismo. En ese sentido, estaría corriéndose de su inicial programa de gobierno”, explica a Pulso Noticias Victoria Zapata, docente y Licenciada en Relaciones Internacionales y en Ciencias Políticas.

Tanto Mesa como Ortiz centraron su campaña en la candidatura de Morales, que consideran ilegítima. En 2017, el Tribunal Constitucional lo habilitó a buscar la reelección indefinida, amparándose en el artículo 23 de la Convención Interamericana de Derechos Humanos, que aduce que debe respetarse el derecho de toda persona a participar y ser elegida.

Lo cierto es que, sin la intervención judicial, Morales no podría haberse presentado. Por un lado, porque la nueva Constitución –promulgada en 2009- fija como límite dos periodos presidenciales. Por otro, porque más de la mitad de los bolivianos dijo ‘no’ a su relección en un referéndum celebrado en 2016. Para Zapata, ese incumplimiento de la voluntad popular generó un “vacío legal y de legitimidad” que el presidente deberá sortear y que “hoy lo coloca en un escenario de posible balotaje con Mesa, segundo en las preferencias”.

—¿Cómo puede explicarse que, en todos estos años, el MAS no pudiera encontrar una figura de peso que no sea la de Evo Morales?

—El MAS nació de los comités cocaleros, ganaderos, agrícolas, aborígenes, entre otros. La estructura partidaria se encargó de sumar a los mejores cuadros de todos estos sectores, gente con capacidad pública y estatal. Eso hizo que muchas de las delegaciones de las confederaciones obreras vieran diezmada su participación en tanto que sus líderes fueron llevados a formar parte del Estado. Esta desvinculación devino, quizás, en la imposibilidad de tener otro líder que le dispute poder a Evo. La participación de otros actores importantes se vio restringida, incluso la del vicepresidente Álvaro García Linera, que hubiera sido una opción prolija de continuidad.

En los últimos días, se realizaron multitudinarios cabildos públicos en Santa Cruz de la Sierra, La Paz y Cochabamba, donde algunos sectores incluso manifestaron desconocer la fórmula presidencial del MAS, así como una eventual victoria oficialista.

La elección también está atravesada por un asunto sensible como son los incendios en la Chiquitania (amazonia boliviana), donde el fuego arrasó cuatro millones de hectáreas y unos 40 millones de árboles. Ante este escenario, pueblos indígenas y grupos ambientalistas salieron a las calles de Potosí y Oruro –dos bastiones históricamente favorables a Morales- para pedir al gobierno que declare la emergencia ambiental en la zona.

Más allá de cierto descontento social que pueda existir, la especialista aclara que no necesariamente se trasladará en un voto a favor a la oposición y que ello se debe al pasado reciente de sus candidatos: “El resto de las fuerzas políticas, principalmente la que encabeza Mesa, están muy emparentadas con los orígenes de las privatizaciones y las crisis del agua y el gas, en 2000 y 2003, respectivamente. Todo eso deja en la memoria política boliviana algo que no se va a traducir directamente en términos electorales”.

El oficialismo, por su parte, hace énfasis en la estabilidad económica que ha logrado su gestión, con un crecimiento estimativo del 4% promedio para este año. Ese aspecto está fuera de discusión en la campaña: “Ninguna de las plataformas de gobierno plantea la necesidad de modificar el modelo económico que lleva adelante Morales. Se ha logrado un equilibrio y un desarrollo basado en las materias primas que hace que los impactos de la recesión regional y mundial no la afecten tanto”, precisa Zapata.

En relación al rumbo económico, la especialista destaca la nacionalización “mixta” de las empresas hidrocarburíferas como un acierto del gobierno de Evo: “Hay participación de inversión privada, pero al mismo tiempo los beneficios de esos recursos quedan para el país”.

—Las elecciones en Bolivia y Argentina ocurrirán con una semana de diferencia ¿Hay interés mutuo? ¿Qué escenario avisorás dependiendo las fuerzas que se impongan?

—El impacto de la vinculación es natural. En un eventual balotaje, mucho va a impactar el resultado argentino en las propuestas de los candidatos bolivianos. No hay que olvidar que nuestro país es uno de los que cuenta con mayor electorado externo de Bolivia. Si Evo y Macri ganan, la posición boliviana no se va a mover demasiado en el mapa regional como sí lo haría la argentina, con una postura más radicalizada hacia Venezuela, Bolivia o Ecuador. En cambio, de imponerse Evo y aquí Fernández-Fernández, la relación será un poco más fluida, a juzgar por los antecedentes. Finalmente, ante un hipotético escenario Mesa-Fernández, no dejo de pensar en el buen diálogo inicial que tuvo el ex presidente con el primer kirchnerismo por la situación hidrocarburífera, en 2003.

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