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viernes 26-04-2024

Argentina: cuando el éxito se torna peligroso

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Por Carolina Mitriani para Pulso Noticias

101 medallas que esconden un fracaso. Los Juegos Panamericanos de Lima 2019 resultaron la mejor performance argentina fuera del país en la historia. Pero esto no se puede resumir sólo en preseas obtenidas. Detrás de ellas existen cansancios y lágrimas evitables.

La estructura dirigencial del deporte de Argentina no resiste ni un scrum. El mundial de fútbol de 1978 -teñido de la sangre vertida por una de las dictaduras más atroces- es un precedente suficiente para demostrar cómo los resultados deportivos pueden eclipsar aristas de una dura realidad del país. Si bien el contexto no apunta a la misma situación, esta previa de los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 no es la excepción. Desde hace un tiempo, el Ministerio de Deportes comenzó a bajar su estatus hasta el de Agencia, lo que implica importantes recortes presupuestales y de infraestructura, algo que repercute directamente en el rendimiento (físico y mental) y oportunidades de los atletas nacionales a la hora de prepararse y desempeñarse en competencias.

El abrazo de Romina Biagioli con Luciano Taccone detrás de la línea de llegada del triatlón expresaba mucho más que el amor que comparten como pareja. Esas lágrimas y el ansiado tercer puesto representaban la impunidad del exitismo. “¿Sabes lo que pasa? Si no ganaba nada me quitaban la beca. Y yo lo que más quiero es seguir representando a mi país”, mencionó Luciano, demostrando que un deportista de alto rendimiento no es sólo lo que un cronómetro pueda indicar.

“Vera, Vera, Vera, Vera, Vera, Vera, Vera, Vera, Vera, Vera, Vera, Vera, Vera”. El nombre de su hija suena en la cabeza de Sabrina Ameghino en las trece paladas precedentes a la meta. Una autodenominada abuela de 39 años fundió sus lágrimas con la inmensidad del agua de Lima tras conseguir en el primer puesto de canotaje su novena e histórica presea panamericana. “Si no ganaba esta medalla ya pensaba en trabajar más para vivir. Llegamos con temor porque sabemos que sacar una medalla dorada en un Panamericano para las mujeres es muy complicado. Pasaron muchas cosas, no fue todo color de rosa”, relató. Podrían ser las mismas lágrimas que Sol Ordás vertió en algún momento de desesperación, al verse abandonada por los dirigentes del remo nacional en su exitosa y prometedora carrera deportiva, esa que navega por sus genes. Argentina tiene riquezas naturales como mares y ríos pero la pobreza de respaldo para los atletas que allí se desempeñan es una realidad intolerable que también se está tornando tristemente natural.

En otro ambiente acuático, Iván Carabantes (capitán de la selección de waterpolo) comenta su dura cotidianeidad para lograr entrenar en doble turno entre abarcativos horarios de trabajo como Ingeniero en Sistemas. “Que sea deporte profesional es complicado. No porque no quiera que sea sino porque por ahí no son montos los que uno cobra como para después tener la vida hecha”, declaró, tras conseguir con Los Yacarés el cuarto puesto a nivel continental.

En basquet, “Las Gigantes” hicieron culto a su apodo. Una nueva negligencia dirigencial les quitó la ilusión de ingresar a la zona de medallas tras no cumplir con algo tan sencillo como llevar al partido frente a Colombia las correspondientes camisetas. Los puntos se los llevaron las caribeñas tras la firma de planillas. Las mujeres supieron tomar el timón en un difícil mar de incertidumbre, bronca y tristeza para luego conseguir un honorable quinto lugar con Andrea Boquete y Melisa Gretter como líderes. El equipo de asistentes -como en el rugby seven femenino- fue reducido al punto de no contar con utilero.

Nadia Podoroska, por su parte, hizo que su medalla en singles valiera más que oro. “Ojalá que sirva para que crezca un poco el tenis femenino en nuestro país”, decía tras convertirse en la primera mujer en obtener este logro fuera de la Argentina, con solo 22 años. “Hasta que no se inicie un proceso más desde las bases no creo que una medalla cambie la situación. La problemática son la falta de torneos y la falta de oportunidades. Ojalá que se tome por ese lado”. A pesar de la distancia que la aleja de sus seres queridos para lograr el entrenamiento que su rendimiento exige, Podoroska no se aparta del sentimiento albiceleste: “Me hubiese matado si sonaba el (himno) americano”, bromeaba la rosarina en zona mixta, con la certeza de que el grito sagrado iba a oírse en el polvo de ladrillos de Lima.

El fútbol femenino también hizo ruido en la fría noche de la capital peruana desde el segundo escalón del podio panamericano, a pesar de que el machismo dirigencial no lo quiera escuchar. Claudio “el Chiqui” Tapia -presidente de la Asociación del Fútbol Argentino- no permaneció en el estadio San Marcos para posar en la foto del plateado e histórico puesto de las chicas. “Ellos (dirigentes y cuerpo técnico de la selección) son los únicos que cobran (…). Pensamos que ellos no están a la altura de lo que pretendemos. Queremos el crecimiento real del fútbol femenino, queremos estar a la altura de las potencias. Queremos personas capacitadas con experiencia suficiente para aprender de ellos y no que al salir a jugar nos digan ‘nos defendemos porque no me quiero comer 11 de nuevo’. Ejemplos como este sobran y son lamentables”, expresó Estefanía Banini en sus redes sociales en la previa de los Juegos Panamericanos. La profesionalización femenina del deporte madre de Argentina es incipiente y todavía no cubre baches que existen desde incontables años para las que deciden calzarse los botines y salir a patear ilusiones. Los varones, por su parte, lograron el oro a pesar de la resistencia por parte de muchos clubes para ceder su presencia ante la mayor cita deportiva del continente.

El voley protagoniza otro duro combate. Quizás, el más difícil de la actualidad. El viaje del equipo masculino -que debía trasladarse hasta China para disputar el torneo preolímpico- implicó 18 horas con 6 de escala, muchas más de las previstas. Abaratar costos de pasajes fue una decisión que la Federación del Vóleibol Argentino (FeVA) impuso por sobre la concentración y el descanso que los jugadores necesitan en la previa al sueño que se gesta en Tokyo 2020. Previo a esto, los chicos (que se perfilaban como candidatos al oro que finalmente lograron en Lima) supieron armar una buena jugada al apoyar al plantel femenino en la lucha por la regularización de la deuda que pesa desde el pasado mundial, de la que pocas respuestas existen por parte de los responsables. De su profesionalización también hay materias pendientes. Las Panteras ponderaron el trabajo grupal y consiguieron a puro sacrificio un emocionante bronce panamericano, el primero de la historia del voley femenino para el país. Una vez más, el coraje y los valores deportivos primaron por sobre la ineptitud y ubicaron cerca de los latidos de corazones argentinos metales que espantan fantasmas de abandonos e imprimen momentos inolvidables… al menos, por un rato.

Las medallas obtenidas en Lima 2019 son portadas por sonrisas que soñaron y trabajaron arduamente para ese momento. Pero no deben encandilar. En Argentina, no todo lo que es oro brilla.

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