El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, mandó hoy a los periodistas a entrevistar a las supuestas víctimas de los 57 presos que murieron en una rebelión en un presidio del norte amazónico, al negarse a analizar la situación de violencia en las cárceles.
“Vayan y pregunten a las víctimas de los que murieron en la cárcel lo que piensan de lo que pasó; después de ellos responderé yo sobre el asunto”, afirmó en tono irónica el presidente y ex capitán del Ejército. Su pasado y su explícita forma de pensar hacen creer que las vícitimas de los fallecidos celebraron las muertes. Incluso, dio esa respuesta al ser consultado si tenía algo que ver con las muertes.
Esta fue la única declaración dada por Bolsonaro sobre la muerte de 57 presos, 16 de ellos decapitados, en una rebelión que incluyó una batalla entre dos bandas criminales que dominan los presidios en Brasil. De inmediato, distintas organizaciones manifestaron el total desacuerdo a las declaraciones del máximo mandatario.
La masacre en el Centro de Recuperación Regional de la ciudad de Altamira, en el estado Pará, fue la segunda peor de la historia carcelaria de Brasil, detrás de la perpetrada por la policía en 1992 en la cárcel de Carandirú, en la ciudad de San Pablo, que dejó 111 reclusos muertos.
El 27 de mayo, además, fallecieron 55 presos durante otra disputa entre bandas criminales en Manaos, capital del estado Amazonas, vecino de Pará.
Las disputas en los presidios son reflejo de los negocios del crimen organizado en Brasil desde hace algunos años y se concentran en la pelea por el control del tráfico de drogas y de armas.
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