Junto a sus hijos, dos amigos de nuestra ciudad celebraron a 17.000 kilómetros de distancia, en plena cita mundialista
Por Ezequiel Franzino
El sueño arrancó el 10 de octubre de 2017, cuando la Selección Argentina le ganó 3 a 1 a Ecuador y se clasificó para el Mundial. Ese día no sólo Messi y compañía sacaron boleto a Rusia, sino también Gustavo Gil y José Recordon, dos platenses amigos de toda la vida, que junto con sus hijos, Julián y Santiago, decidieron emprender esta aventura inolvidable. Después haber sufrido en la cancha el empate contra Islandia, los cuatro festejaron en Moscú un Día del Padre atípico.
“Esto es inconmensurable. La felicidad de poder compartir con mi hijo este viaje soñado, raro y difícil es una emoción muy grande. Sin lugar a dudas este es el mejor regalo que podía llegar a tener”, dijo desde Moscú Gustavo Gil, un médico platense fanático del Pincha, que vive en Neuquén desde hace más de tres décadas.
Comenzando su travesía el pasado 29 de mayo, antes de llegar a Rusia, estos cuatro apasionados del fútbol y de los viajes alquilaron una camioneta Van a la que le pusieron calcos de Estudiantes y Gimnasia, y con la que recorrieron Polonia, Lituania, Letonia y Estonia. Luego, en un barco que en su interior tenía un Burguer King, bares y supermercado, antes de llegar a Rusia arribaron en Helsinki, Finlandia.
“Habíamos hecho un pacto de que ninguno traía camisetas, pero ellos no lo cumplieron. Se vinieron a la cancha con las casacas del Lobo y así nos fue”, dijo entre risas Julián Gil Seijo, cabulero de ley, como buen Pincha que es.
En esta aventura por Europa del Este se animaron a probar platos tan excéntricos como los lugares visitados: comieron rabo de toro, milanesas de pavo y todo tipo de salchichas. “Nos la pasamos a pancho embocado, que es un pan con salsa y salchicha adentro”, dijo Julián Gil Seijo y agregó entre risas: “Extrañamos mucho el bidet. Como paliativo tuvimos que comprar toallitas húmedas”.
Durante este camino transitado les pasó de todo: se perdieron en Polonia, un taxista polaco no los quiso llevar hasta el hotel por no entender el idioma ni aceptar otra moneda que no fuera la nacional (zloti), el dólar se fue por las nubes y en Rusia no encuentran bancos donde cambiar los euros por rublos. “Está todo muy caro y con la suba del dólar nos va doliendo cada vez más. Encima nos cuesta mucho conseguir dinero”, explicó Julián.
Más allá de estos pormenores, acompañados de Miguel Recordon -hermano de José y padrino de Julián – estos hombres están transitando un viaje inolvidable al que le sobran risas, fiesta y anécdotas, como el duelo de hinchadas en el que estuvieron inmersos ayer en la peatonal de Moscú, en la que junto a otros miles de argentinos intercambiaron cánticos con peruanos y mexicanos.
Emocionado con esta posibilidad que se les presentó, Julián Gil Seijo dijo que “el fútbol es algo que se vive de manera muy especial entre padre e hijo. Ver un mundial es algo que tal vez sea la única vez en la vida que me pase, y poder hacerlo con mi viejo es increíble”.
El otro sub 35 del contingente, Santiago Recordon, también quiso homenajear a su viejo: “Pasar el Día del Padre acá en Rusia es un regalo de Dios. Soy ateo, pero mi viejo para mí es Dios. Siempre hizo todo por mi felicidad, y estoy eternamente agradecido con él”, concluyó el joven.
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