En su diminuto local ubicado en calle 58 entre 8 y diagonal 73, un joven platense al que no le sobra nada regala sopas calientes para que los más necesitados puedan paliar el frío
Por Ezequiel Franzino
En algún cumpleaños de quince o en un casamiento, todos alguna vez inventamos una parte de esa canción versionada por Alcides que creíamos que decía “watanegui consup iupi pati iupi pati”. Lo cierto es que la letra dice “what a very good soup”, una expresión similar a “oh, qué buena sopa”. Y si hablamos de buena sopa, de buena leche y de buena gente, entonces no estamos haciendo referencia a la de Caracol, sino a esa que prepara y regala el platense Pablo Rodríguez para los más necesitados.
Desde “Entre Panes”, su pequeño local de sándwiches y comidas rápidas ubicado en 58 entre 8 y diagonal 73, este joven de 34 años decidió encarar esta iniciativa que tiene como principal objetivo brindar un paliativo a gente en situación de calle, pero también convidar algo caliente a los que esperan con frío en la parada del colectivo o a los recolectores de basura.
“Siempre tuve la intención de dar una mano en lo que pudiera. Ahora que tengo mi negocio y que puedo hacer lo que quiero, se me ocurrió que podía ayudar con la cocina, usando parte de las verduras que me sobran”, explicó Pablo.
En una pizarra que tiene en la vereda de su local, el viernes pasado escribió con tiza un cartel que decía: “Contra el frío: pase y pida una sopa caliente gratis”. Hasta el momento ya entregó más de 150 raciones de estas sopas que, encima, son gourmet: hay de pollo y espinaca, y otras de calabaza, zanahoria y albahaca. A estas delicias que entrega en vasos térmicos, a veces les agrega tomate o papa para darle consistencia, y a todas les pone un ingrediente especial: “Tienen mucho amor”, asegura Pablo.
Este joven todo terreno, que hace todo solo y que bien temprano arranca su recorrido en moto para comprar las materias primas, desde las once de la mañana hasta las nueve de la noche se encierra a cocinar, atender y cobrar. Más allá de esta rutina vertiginosa, Pablo se hace un tiempo para realizar esta obra de bien. “Siempre tengo dos ollitas en el fuego en las que voy cocinando las verduras. Ahora quería conseguir alguna más alta para poder hacer más cantidad”, explicó.
Como era de esperarse, desde que se conoció su historia, sus redes sociales estallan de felicitaciones y agradecimientos. Además, ya son varias las personas que se acercaron a ofrecer bolsones de verduras para colaborar con la causa, y algunos otros donaron vasos térmicos. “Es muy emocionante todo lo que se generó. Todavía no caigo”, expresó.
Conciencia social
En este contexto de crisis, consultado sobre el funcionamiento de su local, Pablo Rodríguez aseguró que “cuesta mucho. Los aumentos son infernales, y yo mantuve los precios desde que abrí para poder ser competitivo. Por suerte caímos muy bien en el barrio. A la gente le gusta la mercadería y nos compra”.
Con un local que tiene apenas tres meses de vida y gastos de $15.000 por mes entre alquiler y servicios, lo más lógico sería que Pablo se concentrara exclusivamente en su negocio. Sin embargo, este joven que es cocinero desde hace largos años no se olvida de sus orígenes ni de los esfuerzos que tenían que hacer sus padres para darles de comer a él y a sus siete hermanos. “Tengo el recuerdo de épocas duras en mi casa, aunque mis viejos siempre trataron de maquillarnos todo para que no se notara”, recordó el joven y agregó: “Hay muchísima gente que lo pasa muy mal”.
Para esas personas a las que hace referencia, él tiene una sopita preparada.
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