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sábado 20-04-2024

La diversidad es la energía democrática: elecciones medio término en EE.UU.

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Por Marcelina Romero (*) para Pulso Noticias

Hay quienes piensan que tomar una decisión significa decir “sí” a aquellos que uno vota, pero no es así. Más bien significa decir “no” a las otras propuestas políticas. Sabemos el resultado: el Senado quedó en manos de los republicanos y la Cámara de Representantes en manos de los demócratas. Las elecciones legislativas de medio término en Estados Unidos dejaron un nuevo esquema político. Recordemos que se votaron 35 bancas del Senado, 435 bancas de la Cámara de Representantes (cámara baja) y legislatura estatales.

¿Cuáles eran los temas candentes que estuvieron sobre la mesa? La inmigración (separación de niños y niñas en la frontera, caravana migrante centroamericana), el control de armas (4 de los 5 “shooting” más violentos ocurridos este año), pelea comercial con China y también con los aliados. Todos estos temas fueron parte de la disputa electoral estadounidense. La polarización fue parte de la cotidianidad norteamericana, así como sucede en los países que han tenido elecciones este año: México y Brasil.

Un rasgo característico de la actualidad del país del norte es que el presidente, casi a diario, ubica temas en la agenda mediática, temas internos (elección del nuevo integrante de la Corte Suprema, Brett Kavanaugh, y la ola #MeToo) y temas internacionales (China, Rusia); es decir, sabe generar titulares. Pensar su estrategia como actos de desobediencia política ya no es conveniente, ni por aquellos que dicen “no saber nada de política” ni por aquellos que “creen saberlo todo”.

Donald Trump sabe a qué juega, su juego político es lograr primeras planas de diarios y ganar elecciones. Lo ha demostrado.

Quien quizás todavía no ha aprendido este juego estratégico es el electorado que aún no es consciente de que su rol es el más importante: cada voto cuenta y cada elector debe ejercer su derecho a votar escogiendo a aquellos candidatos con los que se sienta identificado por sus valores, y que de manera eficaz representará sus intereses.

Las elecciones han dado un giro de ciento ochenta grados, y se detuvieron en el lado femenino, en el lado más fuerte cuando de luchas se trata. Las mujeres asumieron muy bien el concepto de Martin Luther King “No podemos caminar solos. Y mientras caminamos, debemos tener el compromiso de que siempre vamos a seguir adelante”. Con este lema las mujeres lo lograron una vez más. Las activistas femeninas conquistaron aquello que los políticos tradicionales creían imposible: movilizar el voto de un partido tradicional a favor de candidatas no tradicionales.

Si nos remitimos al logro de las elecciones pasadas de medio término, es evidente que lo que quedó claro es que las mujeres no van a permitir ni un milímetro de retroceso en cuanto a los derechos ganados; la igualdad de género aún no es absoluta, se sabe. Sin embargo, ese es el motor que hace pensar a las mujeres que no habrá democracia real hasta que se erradique el sexismo y la misoginia de la esfera de la política. ¡Y lo lograrán!

Las elecciones pusieron en evidencia que la movilización masiva de mujeres en torno al movimiento #MeToo y la Women’s March -quienes promueven los derechos de las mujeres y la igualdad de género- cumplieron con su cometido: 237 mujeres (congresistas, senadoras o gobernadoras) participaron de las listas para la Cámara de Representantes. 95 lograron su objetivo. Rompieron el récord de las elecciones de 1994 en la que 84 candidatas lograron ingresar a la Cámara Baja, según datos extraídos del Center for American Women and Politics de la Universidad de Rutgers.

Observado con cierto dejo de derrotismo se podría concluir que solo equivale al 25% del total de los miembros del Congreso, sin embargo, por su lucha constante, las mujeres piensan siempre en escenarios futuros posibles y de manera optimista. Se sentó el precedente de que “es posible” y se cambió el paradigma. Se trata de cifras jamás alcanzadas hasta ahora y hay que festejarlo.

Por ejemplo, Stephanie Schriock, presidenta de Emily’s List (demócratas que apoyan a mujeres en la política) declaró “Esto es sólo el principio, creo que en el 2020 será cuando de verdad hagamos historia”. Así funciona, anticipar futuros exitosos para las próximas elecciones e invitar a todas a participar.

Desde una intensa campaña que comenzó en el 2016, las mujeres lograron incitar a otras mujeres a participar, registrarse, votar y presentarse como candidatas en sus propios estados, todo como parte de una estrategia necesaria para ir contra los discursos machistas, demostrar la resistencia a las políticas del presidente Donald Trump, marcar la cancha.

Los nombres que hoy glorificamos y se posicionan en los medios masivos como ganadoras de escaños han tenido que luchar previamente en las primarias por sus nominaciones en sus respectivos estados contra candidatos veteranos, con mayores recursos y el apoyo de la maquinaria demócrata ya establecida.

Las minorías como el caso de Christine Hallquist, en Vermont, ya hicieron historia: pensemos que Hallquist es la primera candidata trans a gobernadora por el partido Demócrata. Fue derrotada por un gobernador muy popular, el republicano Phil Scott. Sin embargo, pensado a futuro y habiendo logrado un 40.5%, es evidente que hay que seguir trabajando en pos de las elecciones 2020 porque es posible modificar los esquemas actuales. Les resultará cada vez más difícil a aquellos políticos que desean conservar privilegios económicos y sociales a costa de las mujeres, las minorías y los pobres. Ya no más.

Las nuevas representantes nos otorgan una muestra del mundo diverso de hoy. No cabe duda de que uno de los desafíos centrales de nuestra era es exigir a los partidos políticos que impriman en sus boletas el reconocimiento de las diversidades idiomáticas, religiosas, étnicas y éticas.

A continuación, una muestra de la participación inclusiva, diversidad de opiniones e identidades:

Rashida Tlaib, abogada de Michigan que junto a Ilhan Omar, activista de Minnesota y originaria de Somalia, son las primeras congresistas musulmanas;

Deb Haaland, activista de origen indígena, de Nuevo México y Sharice Davids, indígena, activista LGBT, de Kansas son las primeras mujeres nativo americanas en el Congreso;

Verónica Escobar, jueza hispana, de Texas y Silvia Garcia, se convierten en las primeras latinas congresistas en el bastión conservador de Texas, en sus cerca de 175 años de historia;

Jahana Hayes, afroamericana, maestra y activista, de Connecticut; Ayanna Prestley, afroamericana, activista, de Massachusetts; Sharice Davids, indígena, activista LGBT, de Kansas; Lou Leon Guerrero será la primera mujer gobernadora del territorio estadounidense de Guam; Marsha Blackburn la primera mujer senadora por Tennnesse;

Alexandria Ocasio Cortez, boricua, educadora, nacida en el Bronx, la congresista más joven de la historia que llegó al Congreso representando a New York; la “rockstar”, como la llaman algunos periódicos, shockeó al establishment cuando logró imponerse al veterano Joseph Crowley (56) considerado hasta ese momento el demócrata más influyente en la Cámara de Representantes. Ocasio Cortez prometió llevar al Congreso cambios “ideológicos, generacionales y raciales”, además de llevar adelante políticas públicas relacionas con salud para todos y todas, y eliminar la agencia de deportaciones (ICE).

Con un sentido macro de lo que significa la representación del electorado, en una entrevista a NowThis dijo “Nuestro distrito está conformado en un 70% por personas de color, y nunca hemos tenido una persona de color que nos represente en la historia de Estados Unidos”. Y además vale decir que New York posee el 50 % de ciudadanos inmigrantes.

Realmente las elecciones dijeron “sí” a la diversidad. La comunidad LGBTI logró 128 candidatos electos a organismos federales, estatales y locales. Y Jared Polis, quien es judío, se convirtió en el primer gobernador gay electo por el Estado de Colorado. “Candidatos LGBTQ se han postulado en números sin precedentes en cada estado de la nación y ya es una inspiración para que más LGBTQ se lancen”, dijo Annise Parker, presidente de la organización LGBTQ Victory Fund durante la elección.

Es evidente que tanto los demócratas como los republicanos deberán en las próximas elecciones presidenciales (2020) movilizar el voto joven, convocar a las minorías étnicas, y abrir las puertas de par en par a las mujeres para que participen de la política y profundizar la democracia en el país.

Ciertamente, la fuerza natural de la mujer está latente, la transformación social que muchos deseamos está en el horizonte cercano.

Debemos luchar para lograr una sociedad democrática que se comprometa realmente con el respeto de los derechos humanos.

(*) Master en Comunciación Política y Gobernanza Estratégica, George Washington University, miembro de la Red de Politologas -mujeres dedicadas a la Ciencia Política latinoamericanista- y del National Association of Hispanic Journalists (EEUU)

 

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