En el barrio de San Carlos de nuestra ciudad Juan Pablo tiene el único taller del mundo que construye bandoneones para niños. Por su incansable tarea, será reconocido en su pueblo natal
Por Ezequiel Franzino
Allá por la década del 50, en la localidad bonaerense de Tapalqué, el por entonces niño Juan Pablo Fredes intentaba aprender a tocar el bandoneón. Frustrado por lo gigantesco que resultaba ese instrumento para alguien de su talla, un día volvió de clase y le hizo una promesa a su madre: “Cuando sea grande voy a fabricar bandoneones para chicos”. A más de 70 años de aquel día, hoy en el barrio San Carlos de La Plata tiene montado el primer y único taller del mundo que fabrica fuelles para niños. Por su dedicado trabajo, el próximo sábado, el pueblo que lo vio nacer le hará un homenaje a su labor y a su trayectoria.
“Es una alegría inmensa poder recibir este reconocimiento. Es un pueblo que quiero mucho y quiero mucho a la gente que vive ahí”, dice Fredes sobre Tapalqué, lugar que abandonó cuando tenía 8 años, cuando tuvo que mudarse a Azul, pero al que regresaba cada verano. “Como no teníamos plata para conocer el mar, con mi familia siempre veraneábamos en el balneario del pueblo”, agrega este hombre que está pronto a cumplir 80 años.
Con la idea de democratizar la música, y teniendo en cuenta que el valor de este instrumento puede rondar los 4.000 dólares, Fredes pretende fabricar otros bandoneones a base de materiales reutilizables. Para ese anhelo, cada vez que sale a dar una vuelta en bicicleta junta de la calle maderas de cajones de pollo, cartones de banana para armar los fuelles y tapitas de gaseosas con las que piensa hacer las botoneras.
Después de trabajar como contador durante 40 años, una vez que se jubiló comenzó a darle forma a aquel sueño que tenía de pequeño. Para ello estudió métrica en Ingeniería, acústica en Bellas Artes, consultó con infinidades de torneros y carpinteros y puso en marcha este taller en el que colaboran alrededor de 20 personas, y que ya ha exportado instrumentos a conservatorios de Francia e Italia.
“Aunque estén diseñados para chicos no son juguetes”, asegura Fredes y agrega: “Tiene las mismas características que un bandoneón tradicional, nada más que está realizado con materiales económicos”.
Por su trayectoria, en el evento del sábado lo van a tratar como a una estrella. Además del reconocimiento que se le entregará, durante el acto tocará Rivera Sur, un quinteto de tango en el que toca uno de sus hijos. También lo van a albergar en una colonia, y lo vendrán a buscar en combi hasta La Plata. “Me llamó el intendente de Tapalqué para avisarme”, dice Fredes sorprendido y agrega: “Yo le preguntaba si le parecía que se justificaba tanto despliegue por mí”.
Cada vez que puede, o en cada entrevista que se le realiza, Fredes habla del pueblo que lo vio nacer. Incluso lo hace en el documental que hicieron sobre su peculiar trabajo, que tiene más de 30.000 visitas en Youtube.
Pero eso no es todo. El próximo sábado se convertirá en leyenda. Agradecido por el reconocimiento y por los momentos vividos allí, Fredes donará a la localidad dos de sus piezas, valuadas en 1.000 dólares cada una, algo que lo desborda de felicidad: “Tengo el corazón contento. Si un chico de mi pueblo puede estudiar bandoneón con un instrumento fabricado en mi taller eso va a ser el pago más grande del mundo que se puede tener”.
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