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viernes 29-03-2024

Construyó una escuela al lado de su casa y egresó del secundario a los 51 años

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Se trata de Luciano Maidana, que en Berisso levantó un centro educativo en un terreno lindero a su hogar.  Intercalando con su trabajo de jardinero, completó sus estudios con el objetivo de incentivar a su hijo a que también terminase la escuela

Por Ezequiel Franzino

Corre el año 2015 y a Luciano le queda poco resto; se duerme en clase. Su cuello corto y gordo resiste los sacudones involuntarios de una cabeza agotada que cada dos minutos se desploma. Su día empezó apenas salió el sol. A bordo de una Scooter, con una mochila llena de herramientas y la bordeadora a cuestas, arrancó la recorrida por los más de diez jardines que le tocó acondicionar durante la jornada. Ahora en el aula, le hace frente a la hora de Literatura. Está cursando el tercer año del FINES en un espacio que él mismo construyó en un terreno lindero a su propia casa, en calle 64 e 131 y 132 de Berisso. A sus 51 años, no hay mayor sueño que el egreso.

“A veces no tenía ganas de cursar porque llegaba cansado, pero me preparaba el mate y venía. Mi hijo era medio vagoneta en la escuela y él me decía que si lo obligaba tanto con el tema del estudio que lo terminara yo también”, dice hoy Luciano, a tres años de haberse egresado.   

Leer un cuento de Horacio Quiroga en esas condiciones era tan somnífero como una inyección de clonazepam. Doña Rosa, una compañera a quien Luciano le insistió para que empezara el colegio, le agradecía leyéndole en voz alta para que este hombre pudiera completar la actividad. La señora guardaba en la memoria el día en que su vecino y compañero de salón salió a tocar cada una de las puertas del barrio Villa Argüello, invitando a la gente a estudiar para que la sede no cerrara por falta de alumnos.

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En la localidad Villa 213, de la provincia de Formosa, quedaron recuerdos de su infancia y algunos pocos parientes que no pudo convencer de que se mudaran a Berisso. Con un bolso a cuestas y un sueño por cumplir, este formoseño se instaló en Villa Argüello en el año 1996, cuando tenía 31 años, en una casilla de madera de 4×4 que no contaba con baño. Con el tiempo pudo construir su casa de material y también la de sus hermanos. Como en el barrio había hambre, y sobraban ladrillos y cemento, también levantó un comedor al que bautizó con el nombre de “Los amigos”. Después le hizo un baño, colocó un pizarrón, y el espacio comenzó a funcionar como una sede del FINES.  

“En Formosa iba a una escuela en el campo y se me hacía muy difícil estudiar. Entré a primer grado cuando tenía 13 años. Para llegar tenía que caminar dos horas de ida y dos horas de vuelta”, recuerda hoy Luciano.

Ponerle el pecho

Atrás quedó la alegría de lo que fue su fiesta de egresados. Hace casi dos años que desde el Ministerio de Desarrollo Social cortaron el programa de cooperativas con el que Luciano y otros vecinos del barrio se ganaban el mango desmalezando y haciendo tareas de limpieza y jardinería en el barrio. Para compensar esa pérdida de dinero, el mes pasado se acercó a Anses para solicitar el incentivo “Hacemos Futuro”, pero allí se enteró de que su secundario completo no aparece en ningún registro. “Es algo inentendible, pero me dicen que hay constancia de que completé segundo y tercero, pero que me falta el primer año”, dice Luciano con bronca y agrega: “Era el primero en llegar a clase, el último en irme, y ahora me dicen que no lo completé”.

Más allá de este mal trago, el hombre sigue poniendo el pecho y sus instalaciones para que en el barrio se pueda vivir de una manera digna. Allí los lunes, miércoles y viernes funciona un primario para adultos. Esos mismos días, tres grupos de madres cocinan para 80 personas, y los viernes se brinda una copa de leche para más de 70 chicos. “Lo mantenemos a pulmón. El municipio nos da 6 pollos, 2 kilos de carne picada y 3 kilos de alitas por semana, pero nosotros armamos un fondo y con eso vamos tirando”, explica Luciano, que desde el año 2002 milita en la Organización Darío Santillán Corriente Nacional.

Además, esos mismos trabajos de limpieza que junto a sus vecinos tiempo atrás hacía por un sueldo de cooperativista, hoy los hace gratis para evitar la proliferación de enfermedades en el barrio. “Salimos dos veces por semana a juntar la basura de las cuadras que teníamos asignadas. Nos cortaron el laburo pero lo tenemos que seguir haciendo para no vivir en la mugre”, explicó Luciano.

Aunque no aparezca en ningún registro, el esfuerzo de Luciano no fue en vano. Su hijo, Emanuel, no sólo terminó el secundario, sino que ahora está estudiando enfermería. “Me emociona mucho que haya seguido esa carrera porque es lo que siempre soñé estudiar, y que por cosas de la vida nunca encaré”, concluyó Luciano.

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