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miércoles 24-04-2024

Chicha Mariani y Mauricio Macri: una historia de simulación y silencio

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Por Laureano Barrera

A las 4:42 del martes 21 de agosto de 2018, algo más de siete horas después de su muerte y algo menos de cuatro para que comenzara su velatorio, el Presidente boliviano Evo Morales Ayma tuiteó la despedida de María Isabel Chorobick de Mariani.

—Muy triste por muerte de Chicha Mariani, fundadora de las Abuelas de Plaza de Mayo, infatigable activista por los derechos humanos y la justicia. El mundo debe seguir el ejemplo de las inmortales Hnas argentinas y mantener viva la memoria para que #NuncaMás vuelvan las dictaduras.

La vida de Chicha, que se apagó esta semana después de una corta y delicada internación en el Sanatorio Argentino de La Plata, fue propicia para los adioses estremecidos. No sólo porque la dictadura asesinó a su único hijo Daniel Mariani, su única nuera Diana Teruggi, y secuestró en noviembre de 1976 a su única nieta, Clara Anahí, en el ataque urbano más letal que se recuerde en la provincia, sino por el trajín irreversible que inició el día después: buscó meses en soledad y el 21 de noviembre de 1977 fundó junto a Alicia De la Cuadra la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. La presidió hasta diciembre de 1989, cuando renunció al cargo por diferencias con Estela Carlotto y se retiró sin aspavientos a seguir su búsqueda con otra Asociación más pequeña y artesanal.

La lista de personalidades y organizaciones que sobrevinieron a las honras del Presidente andino abarcó todas las esferas de la vida pública y todo el espectro político: Hebe de Bonafini, Nora Cortiñas, Taty Almeida, Victoria Moyano, Horacio Pietragalla, Victoria Donda, Paula Logares, Myriam Bregman, Agustín Rossi, Wado de Pedro, Ricardo Alfonsín, Ricardo Gil Laavedra, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Claudio Abruj, el vicegobernador bonaerense Daniel Salvador y el director de derechos humanos de la Municipalidad de La Plata, Emiliano Peres, fueron algunos de cientos. La nómina es interminable y podría destacársela también por las omisiones. La ausencia más llamativa fue la de la ex presidenta Cristina Fernández, que sí la había llamado por teléfono en la Navidad del 2015, cuando Chicha creyó haber encontrado a su nieta. Tampoco ofrecieron sus condolencias la gobernadora María Eugenia Vidal y el propio Presidente de la Nación.

La Abuela Chicha y el Presidente

En una entrevista que le dio a la revista La Pulseada en marzo de 2016, Chicha entrevió un futuro negro para los derechos humanos con la gestión de Cambiemos. Querría no entender la política de (Mauricio) Macri, dijo entonces, pero sí la entendía, porque a sus 92 años mantenía una parte del cerebro límpida y podía pensar.

—Hubiera querido un gobierno que avanzara en lo mucho que falta todavía en los derechos humanos, (…) pero a este hombre parece que le interesa más la pavadita, el bailoteo, que semejante tema que le toca llevar a buen puerto— respondió.

Se refería al recordado cabrioleo del Presidente en el balcón de la Casa Rosada la mañana que estrenó la banda: la imagen le había quedado impregnada al recuerdo, e insistía en que el baile no era propio de un Presidente que pudiera tomarse en serio. Además, estaba alarmada por las noticias de los diarios que sus colaboradores le leían en voz alta. El ministro de cultura porteño discutiendo cuántos miles son los argentinos desaparecidos; las áreas del Estado que debían investigar lo ocurrido en la dictadura desarticulándose vertiginosamente; y una foto suya que había aparecido entre una pila de material descartable, en la ex Esma, a punto de tirarse a la basura.

Chicha no solamente era una analista del nuevo gobierno: en una intersección fugaz del pasado reciente sus caminos se habían cruzado. Todo había empezado cuando Macri era aspirante al cargo, contó Chicha.

—Puso en el diario que había ido a visitarme. Cuando protesté, porque una radio me preguntó y yo dije que no tenía nada que ver con este señor, sacó otra nota diciendo que era otra abuela Chicha la que había ido a visitar.

La historia completa era peor. El 29 de junio de 2015, en plena carrera electoral, el equipo de campaña de Mauricio Macri publicó un post de Facebook que se llamaba “La confianza de la Abuela Chicha”. En la foto se lo veía al hijo de Franco mirando al lente, su sonrisa de cera, tomado de la mano de una anciana que parecía incómoda. La imagen lleva un comentario para completar el posteo: “Tiene 90 años y la quise conocer porque su nieta me escribió por Facebook para contarme que su abuela va todas las semanas a la Catedral de La Plata a prender una vela para pedir por mí. (…) Gracias Chicha por tu amor, por confiar y creer en mí. (Guardo las estampitas que me regalaste)”. La historia mínima de campaña parece un puñal artero. Chicha estaba convencida de que un hombre como él, rodeado de tantos publicistas, jugó con la ambigüedad de su apodo y el primer impacto de la noticia.

—No hay en La Plata otra abuela Chicha como yo, marcada en el pasado y el presente.

El 1 de agosto de ese año, en un acto de campaña de Lanús, el aspirante de Cambiemos a la Casa Rosada volvió sobre el tema. “Hace unos días visité a la abuela Chicha de La Plata, que me dijo ‘te llame porque quería decirte que cumplo 90 y quiero ver que seas vos el que te ocupes de poner a la Argentina en marcha para mis nietos”.

Seis meses más tarde, horas antes de la Noche Buena, cuando Macri ya era Presidente y Chicha creía haber encontrado a Clara Anahí, uno de sus asesores había googleado su nombre y le había explicado quién era, y el Jefe de Estado interpeló a la Abuela Chicha; esta vez a la verdadera. “Quiero desearle a Chicha Mariani, a su nieta y a toda la familia, una feliz Navidad de reencuentro”, puso en un tweet. Cuando el encuentro se reveló fallido —la supuesta Clara Anahí llegó con un examen positivo de un laboratorio cordobés pero ocultó que ya tenía resultados negativos del Banco Nacional de Datos Genéticos—, se desentendió del tema. El lunes pasado, cerca de las nueve de la noche, Chicha partió de viaje. El dolor llegó de todas partes y desbordó por las redes. Mauricio Macri, en un gesto muy próximo al desdén, eligió el silencio.

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