Hoy se cumplen 66 años de la muerte de Eva Perón, uno de los personajes que marcaron a fuego la historia nacional y que dejó un legado político irrenunciable en el seno de la sociedad
Por Rafael Tossi
“Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la Señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación. Los restos de la Señora Eva Perón serán conducidos mañana, en horas de la mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente”, anunciaba a las 21:36 del 26 de julio de 1952, el locutor Jorge Furnot.
Con solo 33 años, partía así una de las personas que marcó a fuego la historia nacional por su lucha incansable a favor de los que menos tienen, generándose un antes y un después de María Eva Duarte de Perón. Con ella murió la persona, pero nació un mito más vigente que nunca y que persiste en el corazón de los que más pobres.
Víctima de un cáncer en el útero que luego se extendió hacia otras zonas del cuerpo, Evita pesaba al momento de su muerte tan solo 38 kilogramos. Por más de dos años luchó contra una enfermedad que la carcomía por dentro y con tratamientos que no dieron resultados para alargarle la vida.
Su temple y coraje peleando incansablemente por la Justicia Social, dejó un ejemplo a seguir por las futuras generaciones que ven en ella el marco a seguir ante una realidad que indica un avance feroz de un neoliberalismo que no piensa más que en números sin mirar a los que están a su lado.
Impulsora central del voto femenino y de la conquista de derechos fundamentales para las mujeres, supo llevar adelante a través de la Fundación Eva Perón una tarea social que permitió a millones de argentinos poder hacerse con su primera pelota de cuero para jugar al fútbol, con su primera máquina de coser o con el primer trabajo remunerado legalmente que incluía derechos hasta entonces no conocidos en nuestro país.
Con la Confederación General del Trabajo (CGT) y los trabajadores, supo entablar una relación de amor que llevó a que el movimiento sindical fuera considerado la columna vertebral del Movimiento Nacional Justicialista. Su participación fue clave en la Secretaría de Trabajo y Previsión para llevar adelante reformas de avanzada que aún perduran y consolidar un poder jamás conocido por la fuerza laboral que llegó a concentrar el 55% del PBI en manos de los más humildes.
Arquetipo a seguir
Pensar el peronismo sin Evita o pensar a Evita sin el peronismo es algo imposible de hacer porque uno jamás se hubiera dado sin el otro y viceversa. Pero hay una cosa que sí queda clara, no se puede pensar al peronismo históricamente dejando de lado la labor de una mujer única que dio todo su ser por sus queridos “cabecitas negras”.
Con su muerte también comenzó a decrecer el poder de fuego del peronismo en los más humildes, lo que llevó a que solo tres años después la Revolución Libertadora derrocara por medio de las armas y la violencia al general Juan Domingo Perón de la presidencia, iniciándose así uno de los períodos más negros de la historia nacional.
Odiada por los ricos y terratenientes que veían en ella la resurrección de un anticristo por sus posturas a favor de los más necesitados, y amada sin precedentes por un pueblo que vio en ella la oportunidad de progreso y de dignidad quitada durante décadas por una clase dominante opresora y que regía los destinos del país sin mirar a los de más abajo.
Sus críticos más acérimos llegaron a cubrir las paredes del país con la terrible frase “Viva el cáncer”, lo que demostraba la división de un país y el odio visceral que despertaba Evita en una oligarquía que se creía dueña del país y que con el accionar del peronismo veía cómo sus “derechos consagrados” eran dejados de lado a favor de una mirada de país plural y de contención social para todos.
Fiel a los dictados de su esposo y enemiga acérrima de “los buitres que quieren carcomer la Patria desde adentro”, Evita fue muy clara en sus mensajes intentando marcara a sus seguidores los pasos a seguir cuando ella ya no estuviera presente. “Si el pueblo fuera feliz y la Patria grande, ser peronista sería un derecho. En nuestros días, ser peronista es un deber. Por eso soy peronista”, dejó como un legado que hoy se mantiene más vivo que nunca en los sectores más postergados y vulnerables.
Los homenajes a lo largo y ancho del país serán miles en el día de la fecha para recordar a la abanderada de los humildes que dio su vida por la causa de mejorar la situación de los que menos tienen luchando contra un poder económico que la combatió sin cesar por expresar la misma sintonía que el pueblo trabajador.
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